05 julio 2009

Del otro lado


César González tiene veinte años y está preso. Cumple una condena por secuestro extorsivo. Durante unos años, transitó los institutos de menores y ahora está en la carcel de Marcos Paz. Mauro Federico, periodista del Diario Crítica, lo descubrió en el Agote (Instituto de menores de máxima seguridad que está en el barrio de Palermo, en la ciudad de Buenos) leyendo Los Perros, de Luis Mattini.
César nació en la Villa Carlos Gardel. La carátula del delito que se le imputa es “secuestro extorsivo”. Pero su relato de los hechos, ocurridos en agosto de 2005, arroja dudas sobre el procedimiento. “Una banda que se escondía en el barrio secuestró a un brasilero, la cana necesitaba agarrar a alguien y como yo tenía antecedentes y estaba marcado, me agarraron a mí y me imputaron el delito.”
La lectura le cambió la vida. En el Agote creó una biblioteca y una revista llamada ¿Todo Piola?. Quiere estudiar Letras o Sociología y formar un centro cultural.
Eligió otro nombre para vivir esta nueva vida. César ahora se llama Camilo Blajaquis.
Camilo por Cienfuegos, comandante de la Revolución cubana. Blajaquis por el griego, uno de los militantes sindicales asesinados en la pizzería La Real de Avellaneda, episodio magistralmente narrado por Rodolfo Walsh en el libro ¿Quién mató a Rosendo?, el primero que leyó César en el Agote.
A veces se lo ve vestido con la camiseta de Racing, el club de sus amores y con una muleta por una reciente operación en la pierna.

Cada semana César Camilo tiene acceso a un telefono publico del penal de Marcos Paz y llama al escritor Luis Mattini para conversar un rato con él. Esta vez luego de la charla le escribió una carta de puño y letra que le hizo llegar a través de un amigo.
La carta dice:

Penal de Marcos Paz , Lunes 22-06-09

Querido Luis:

Acabo de terminar de leer El Vuelo, de Horacio Verbitsky y no sé porqué (¿tiene que haber un porqué?) me invadieron grandes ganas de escribirle. La lectura de este escalofriante libro donde se narran algunos de los vuelos sistemáticos durante la dictadura, desde donde se arrojaban cuerpos vivos y sedados a la inmensidad del océano, me hizo inmediatamente pensar en usted y en el dolor que habrá intentado maquillar con rango, al irse enterando cómo sus compañeros y compañeras, amigos y amigas iban cayendo en masa frente al secuestro, iban desgarrándose en la tortura para posteriormente ser condenados a la desaparición. Su devastadora angustia en el inevitable exilio, al ver cómo ese sueño por el que estaban dispuestos y decididos a sacrificar sus vidas, iba siendo vencido por una pesadilla de la cual todavía no terminó de despertarse el pueblo argentino. Porque es fácil de descifrar que la mayoría lo que más, o lo único que cuestiona, es el hecho de que se haya empleado el método atroz de hacer desaparecer gente y nada más. Ahora yo me pregunto: ¿y si los militares hubiesen optado por darles una tumba con nombre y apellido a cada guerrillero asesinado? ¿Qué nos estaríamos cuestionando? O mejor dicho, ¿nos estaríamos cuestionando algo? Mi optimismo me dice que no.

En una sociedad —por dar un ejemplo— donde se adopta como verdad a los medios de comunicación que “informan” que la mitad de la juventud argentina se encuentra en condiciones de pobreza o peor, y a los diez minutos frente a la “información” de que un menor, es decir un joven, es decir alguien que es parte de la juventud argentina, cometió un homicidio en un intento de robo, comienzan con sus discursos que piden de la manera más fervorosa “que se encarcele”, “se enjuicie”, “se humille” y “se condene” al niño asesino. Niños que salen a robar y a matar por una dosis de pasta base o que hechizados —como todo globoterráqueo— por el consumo y el “tengo, luego existo”, lo hacen para poder comprarse las últimas zapatillas Nike. Se lo dice alguien que sabe, un niño de esos.

En una sociedad, en una civilización, en una humanidad como ésta, absolutamente NO. En este mundo siempre fácilmente manipulado, tan hechizado, tan egoísta, tan orgulloso del odio, tan ciego y materialista, desgraciadamente NO. En esta Argentina tan falsa y tan falta de identidad y tan desunida, aunque unida frente a la inseguridad y ante la exaltación del castigo como solución de la violencia, menos que menos!!!

Acaso Luis, ¿usted cree que algunos de nosotros, los seres humanos que trabajamos voluntariamente para que esta farsa no maquille la realidad, podría penetrar por el culo a todo el periodismo, al gobierno y a su bandera de los Derechos Humanos (a media asta), a todos los inofendibles partidos de izquierda, a los estudiantes, a los obreros , a las señoras champagne y country, en fin... a mí también y salir a reivindicar la lucha , las estrategias, la decisión, los anhelos y los sueños de aquella inigualable generación? Reivindicar todo, hasta las balas empleadas, pero sin caer en los fríos sermones marxistas que pronunciaron siempre los fríos profetas marxistas. Quizás debe de haber algún libro donde se les brinde ese homenaje, pero yo no lo leí, y por eso desde mi subversiva ignorancia, escribo esto. Porque quiero escuchar a alguien en las escuelas hablando a sus alumnos de ustedes, el más lindo modelo de hombre nuevo y pioneros en eso de sentir cada injusticia como propia. ¿Análisis político Luis? No, ya basta de hipocresías. La sensibilidad no se analiza, se siente, y ustedes la tuvieron.

Yo puedo estar escribiéndole acostado en la tarima de una celda, cumpliendo una condena por secuestro extorsivo, puedo ser el pibe chorro y el negro de mierda culpable de la inseguridad del país para la gente normal, pero yo Luis, cuando leo sobre la persecución y la monstruosa tortura que sufrieron muchos de ustedes, no puedo menos que entristecerme y llorar, como me pasó con este libro y con otros tantos, también porque incansables veces me he preguntado cuál hubiese sido el destino de mi generación si hubieran triunfado y el pueblo hubiese entendido al alternativa que proponían.

Le dije que suelo llorar frente a esos relatos. Pero a la vez no dejo que estas lágrimas sean un simple y pasajero síntoma de la impotencia, sino que segundo a segundo busco la manera de transformar ese llanto en lucha y resistencia, no con un FAL en la mano, porque eso sería un suicidio ilegítimo en estos tiempos que corren (y en todos los tiempos lo fue también) sino con ésta que va bailando al compás de mis ideas, y que es la tinta. Escribir y leer no me hizo nacer de nuevo, directamente me hizo nacer. Si no escribiera creo que esta herida que sangro desde mi nacimiento se transformaría en gangrena y me haría morir frente a la resignación, esa que tienen todos los pibes, mis colegas de calvario, que están en la cárcel. La resignación que el futuro no nos traerá otra cosa que cárcel o balazo policial. No sé de qué, pero mantengo la esperanza. Quizás la esperanza de mostrar con mi ejemplo a los demás pibes, que se puede transformar la resignación en Arte, en Amor, en Felicidad o en Verdad y me creo capaz porque vengo viendo a lo largo de estos eternos años encerrado, cuando un pibe que el juzgado dice que es un delincuente o un asesino, se pone a dibujar, a cantar, a escribirle una carta a su novia, se le forma una sonrisa diferente en su alma. Lo vi, lo veo y lo veré mañana también.

Bueno Luis, era sobre eso. Decirle que yo con mis sueños reivindico sus sueños, su lucha , su entrega y su anhelo de un mundo mejor. Que me dolerá siempre imaginar su dolor e impotencia en la derrota, el desconcierto suyo y el de tantos de que al final del camino encontraron un mundo peor que el que intentaban cambiar. Sepa claramente que acá no hay ni un militante, ni alguien que aspira a ser dirigente. Simplemente en mí tiene un poeta que lo admira.

Un soñador que lo considera y lo necesita como amigo. Me despido con un fuerte abrazo imaginario a la distancia.


César Camilo Blajaquis


pd: “No sigo el camino de los antiguos: busco lo que ellos buscaron”.

Si querés leer otros textos de César, andá a http://www.camiloblajaquis.blogspot.com/.